Pablo Hidalgo es director del Centro de Protección de Menores «Nuestra Señora del Pilar» en Granada, gestionado por la UTE Congregación de Hermanas Mercedarias de la Caridad y Fundación Aliados por la Integración. El centro cuenta con 29 plazas para atender a menores en situación de desprotección de entre 5 y 18 años, niños y niñas, que se encuentran bajo la guarda o tutela de la Junta de Andalucía.
Pese a los tabúes y estereotipos, la vida en un centro de protección de menores representa una puerta de esperanza y salida para niños y niñas que han crecido en familias con problemas. Llegan al centro con una mochila cargada de esos problemas y el objetivo fundamental es vaciarla para llenarla después con motivaciones que les permitan superarlo y seguir creciendo.
Como responsable del servicio, Pablo garantiza la calidez de la atención del equipo educativo y de todo el personal del centro y, una calidad técnica que facilite una dinámica de funcionamiento basada en el modelo de convivencia de la familia, donde se preservan los derechos de los menores, la satisfacción de sus necesidades y su pleno desarrollo personal. Para ello, se llevan a cabo intervenciones y programas que abordan las situaciones individuales, buscando la inserción familiar y social de los menores y su preparación para la vida autónoma al alcanzar la mayoría de edad.
En ‘Hoy conocemos a…’, nos adentramos en esta ocasión en el día a día de un profesional que convive con los retos y desafíos propios de un servicio que requiere máxima coordinación y liderazgo.

¿Cuántos años llevas trabajando para Fundación Aliados como director de la UTE Mercedarias-Fundación en el Centro de Protección de Menores El Pilar de Granada?
Mi experiencia en el Centro “Nuestra Señora del Pilar” comienza el 1 de octubre de 2018 tras haber trabajado en otros Centros de menores de distinta índole. Acepté integrarme en este equipo de profesionales con décadas de experiencia trabajando por el bien de los menores en situación de desprotección en Granada y aquí seguimos, esforzándonos día a día. El objetivo siempre es mejorar y que nuestros menores puedan disfrutar de una infancia y adolescencia normalizada y feliz, como la de otros niños.
¿Cuáles son exactamente las funciones de un director de un centro de protección de menores?
Son muy variadas, ya que engloban tanto la parte administrativa, como la organización de los profesionales del Centro y la atención a los menores acogidos, revisando periódicamente tanto los aspectos de organización y funcionamiento como los aspectos educativos.
La principal función se basa en asumir la guarda legal de cada menor acogido que nos encomienda la entidad pública, en las mejores condiciones. Esto significa tomar las decisiones pertinentes respecto al menor, junto el personal implicado en las mismas.
El objetivo principal es que nuestros menores puedan disfrutar de una infancia y adolescencia normalizada y feliz, como la de otros niños.
Otra de las funciones es la de representación y coordinación con las entidades con las que el Centro mantiene una relación de trabajo (Delegación Territorial Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad de Granada, Servicios Sociales Comunitarios, Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, Fiscalía, Juzgados…).
¿Qué dirías que es lo mejor de tu trabajo o aquello que te genera mayor satisfacción?
El cariño que nos transmiten los menores acogidos día a día. En la mayoría de casos, al llegar no entienden la realidad familiar que vivían y añoran la vivienda familiar pero, con el paso del tiempo, se muestran agradecidos de toda la ayuda que se les presta e incluso, cuando ya no están en el Centro, vienen a visitarnos y a recordar anécdotas vividas con nosotros.

¿Qué líneas de trabajo lleváis a cabo con los menores en situación de riesgo?
La atención residencial se basa en satisfacer las necesidades de niños, niñas, adolescentes y jóvenes e implica trabajar desde el respeto a sus derechos, que son los mismos derechos que los de cualquier otra persona menor de edad.
La atención que recibe el menor en nuestros hogares abarca todo el período de su vida en los centros y contempla todas y cada una de las distintas áreas o dimensiones que conforman la vida de una persona: biológica, psicológica, social, cultural, educativa, espiritual, emocional y/o afectiva, etc. Para ello, al ingresar en el Hogar, se estudian las posibles carencias con las que llegan a fin de subsanarlas y empezar a construir desde el equilibrio y la realidad personal de cada uno.
En líneas generales, los objetivos planteados en el ámbito educativo pasan por proporcionar a los menores una atención y educación individualizada, activa, compensadora, humanizadora e integral en todas sus dimensiones: física, psíquica, social y espiritual.
Desde tu punto de vista, ¿los centros de protección de menores arrastran una fama negativa injusta?
Completamente. Existe mucho desconocimiento tanto de los Centros como de los menores residentes en estos. Parte de la población piensa que si un menor está en un centro de estas características es porque ha cometido algún delito o que, por su comportamiento, debe estar aquí. Nada más alejado de la realidad ya que los menores residentes son las víctimas de la desprotección que sus familias les han brindado. La sociedad debe entender que estos menores tienen los mismos derechos que cualquier otro menor que no resida en un centro y respetarlos como se merecen.
Imágenes del Centro ‘Nuestra Señora del Pilar’




